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Un año de pandemia en un pueblo extremeño

23 may 2021

Desde la pequeña localidad de Campanario, Ángel Cano-Cortés, hace balance de este último año y nos narra como lo han vivido desde su botica

Ángel es titular de una de las cuatro oficinas de farmacia de la pequeña localidad de  Campanario, en Badajoz. Su padre era boticario, así que no fue extraño cuando terminó sus estudios en la Universidad de Salamanca, que volviese a su localidad natal para, en primer lugar, trabajar junto a su padre y, tras su fallecimiento, continuar con la profesión familiar.

Extremadura ha sido una de las comunidades más azotadas por la pandemia, pero a pesar de los pésimos datos que revelaban las autoridades y, desde la oficina de farmacia de una localidad que cuenta con unos 5.000 habitantes, junto a las técnicos María y Ana Isabel, atienden sin descanso a los habitantes de la pequeña localidad pacense. Junto a ellos hemos querido hacer un repaso de este último año para conocer más a fondo cómo se ha vivido la pandemia en un pueblo del interior de España. Tras la eclosión de la pandemia, se encontraron en una situación muy desconcertante, sin medidas propias para la autoprotección y, por supuesto, la de los usuarios, hasta que "ya con mamparas en el mostrador, señalizaciones por todo el suelo, dispensadores automáticos de gel hidroalcohólico, cintas para guardar la distancia de seguridad y control de aforo, empezamos a manejar con más tranquilidad toda esta situación", explica el boticario.

Como otros muchos compañeros de profesión, para Ángel, "nuestra prioridad siempre ha sido la protección, pero conseguir tanto mascarillas, guantes, geles hidroalcohólicos. etc., era una tarea casi imposible". Una vez que pudieron contar con ellas, pusieron en marcha un estricto protocolo de seguridad basado en el uso de mascarillas, lavado de manos, desinfección de superficies susceptibles de contagio y la obligatoria distancia de seguridad con los usuarios, que, en el caso de esta botica, está señalizada y acotada.

Si por algo se caracteriza la farmacia rural, y aún más en este tipo de poblaciones en las que "nos conocemos todos" como suele decir el farmacéutico, es por trato cercano entre el farmacéutico y el paciente. Una característica que, a juicio de Ángel, ha cambiado radicalmente debido al uso de mascarillas y la distancia de seguridad que "impide que tengamos un trato cercano".

Como trabajadores en primera línea en esta pandemia, sus principales temores a nivel personal giraban en torno a la familia y el miedo a contagiarles. Pero, a pesar de las noticias contradictorias y desconcertantes y el miedo extendido en toda la población, "no quedó otra opción que intentar convivir con la situación que nos tocaba e intentar que a nuestros pacientes nunca les faltase su medicación y siempre tuviesen una farmacia abierta", comenta Ángel.

A pesar de todos los inconvenientes, el farmacéutico extremeño intenta extraer algo positivo de todo lo vivido y por eso hace especial hincapié en la confianza que la sociedad ha depositado en sus farmacéuticos: "las farmacias hemos sido un lugar donde, ante el desconcierto de la situación y por la falta de información precisa, los pacientes han encontrado una salida a la mayoría de sus temores".

Ángel quiere además destacar los esfuerzos realizados por los pacientes, que, "por lo general han sido muy conscientes de la situación y han adoptado todas las nuevas medidas de seguridad y distanciamiento sin ningún tipo de problema, a pesar de que a veces hemos tenido que imponer las medidas de protección".

 

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